Textos de los Pacientes

Verónica Cabanillas

Años previos al diagnóstico y a la asistencia clínica (2001).





En la práctica habito en una sucia habitación de colores incandescentes donde un halcón me visita cada cierto tiempo y me regala cubos de aire cortados con su propio cuchillo en la lejanía del oeste, en una isla innombrable y tímida cuyos volcanes hartos de la espera copulan sin amor.
Aquí el negro viento pierde su color poco a poco hasta mostrar su esqueleto corpulento e indigno pues ciertas aves se cuelan en este intentando convertirlo en un dios sin voz, sin alma. O soy yo acaso quien busca el significado antropológico de cada palabra mientras los mares van obstruyendo mi camino a través de un jardín de flores oratorias y cactus tallados por una mano a punto de colapsar en medio de la calle atestada de mariposas locas que corren sin un fin conocido hacia mi mente que ya no soporta el ruido de toda esta vida, o de toda esta celda coloreada en el aire por un niño ciego, buenas noches a todos los vagabundos del mundo del aire, a los que lloran en una caja de cartón, a los que silban desde las cárceles de esta mundo miserable y mentiroso, buenas noches al llanto partido en medio de la puerta que muestra esta eternidad en carne viva.
¿Y dónde esta toda la maldad del mundo? es decir aquello que nos hace decir adiós, aquello que nos despide en medio de esta guerra silenciosa contra el monstruo invisible de nuestros propios cuerpos.
A los soldados de cera y al telón de carne, y al estrado repleta de luces cuneiformes que solo saben iluminar a los ilustrados de este mundo limitado por ellos; vieron algo en mí a dios mezquindad montada en sus miembros con las manos en alto haciendo el signo del pobre inválido… O talvez a las golondrinas ocasionales de estos días teñidos en sal y vinagre, cuando la música desciende a mi corazón movible que no resiste la opresión de esos seres superiores por su síndrome de altitud en los andes fabulosos de los inviernos de la sierra que los ignora.









Verónica Cabanillas

Me dolía la pierna (dolor de la locura en la pierna)- 2002

Me dolía la pierna
Las venas a punto de colapsar entre los surcos de las estrellas de coral,
No quiero hablar de un tema sino del tema que ocupa mi vida en estos tiempos que serán remotos en la larga noche blanca, al final, cuando empieza otra a mullir por un espacio
En la despensa del nido donde las aves=memoria empujadas por la pasión también están dispuestas a vivir lo ya vivido,
muertas de aburrimiento no encuentran el espacio donde acomodar su alma superpuesta.
Sobre la confusión que ahora sospecho abarca mi existencia integral,
Y la vena tan roja como el fuego de la azotea desde donde la maga cruzada de piernas,
sentada en medio de edificios sucios; absortos estos contemplan los adjetivos, adverbios que
Hoy inventaron como parte del teatro sangriento,
La maga moviendo el dedo meñique no dictara sentencia alguna a las abstracciones culpables del dolor que ya no siento en la vena invisible del aire que respiro,
cada segundo,
cada dialogo invisible en la austeridad de mi habitación amarilla como tomar agua
ahogándome de ese dolor que ya no siento y que sin embargo produce en mí un repudio
a la humanidad,
como un testigo irreal.

Y ahora un corazón caerá del espacio sideral sobre la tormenta desatada…
Como dos miradas que se cruzan y se aman,
Pero no pretendo nada, porque pretender es dar un paso de esos terribles en la realidad de “todos”,
Si tan solo volviera a ver así
Recordaría quizá algo de lo que digo,
Cae y ahora con dos corazones respiro mejor sin respetar lo absoluto,
Y quizá pueda morir observando la caída de un halcón brillante, y su sangre bifurcándose
entre la hebras del viento eléctrico que alienta vida a mis sentidos ocasionales en las tardes
agazapadas a punto de erguirse sobre mi para verse como en un sueño paralelo.



Verónica Cabanillas


Manifiesta que todos los textos escritos a continuación (2004) han sido escritos desde la “misma locura”. Después de un tiempo enfrascada en el pico de la esquizofrenia paranoide (alucinaciones, delirios persecutorios), recibe medicación, la cual toma hasta el día de hoy.


TESTAMENTO AL CIELO 2004


Cuando observas hacia arriba desde tu cama, me dirijo a ti inerte monotonía, dialogo de desquiciados. La psicosis dio paso al dialogo lógico torturante, tu lengua volátil hace trizas mis llantos, no tengo temor, la idea es fuego, el suicidio es la verdad de mi sangre que irriga mi cerebro. Mañana al atardecer el paisaje me tornara en un amarillo galáctico, en un amarillo esquizoide y fulgurante, nadie ve el sufrimiento de alguien, los ojos son huecos. Desde aquí enciendo los focos mentales, la desaparición de mi cuerpo es lo que ansío cuando veo deformado tu rostro en tres movimientos mas veloces que la velocidad de la luz, mi memoria lo retiene en su oculta naranja y es allí en mi noche cuando todo aparece sobre su propio eje; gira y gira, succiona mi sexo, el sexo de mi sexo, la resurrección de la vida, ya sobre mi inerte corazón descalabrado.
Allí el mundo es odio.
Un títere de mármol succiona tu cuerpo invertido, la sangre chorrea, la escasez de cabellos. Mi delirio es la gente que observa mi llanto triangular y colérico, figuras de gestos, tu cabeza que explota sobre mi imagen que rebalsa sombras y sangres coaguladas donde se halla el objeto de mi locura.
















Verónica Cabanillas

Los muertos a mi alrededor - 2005

Los muertos a mi alrededor, que quizá son ellos o yo o los que fueron en el ultra mundo de lo desconocido, que es aquí una mágica expresión de desconcierto, un universo navegable donde caras vecinas atestiguan el paso momentáneo de la conciencia, hecha de sangre y de un material noble semejante al olvido, donde lo físico no proyecta formas sino en forma de energías cósmicas el lenguaje inhumano presenta el paso de los días, sí en la tarde solitaria donde las palabras reconocerán otra identidad, donde el mas muerto hablará insensatamente de su visita guiada en el subterráneo de la mente.
Y yo aquí espero
con la mirada nublada,
ciega,
No espero más que la violencia reflejada en tu voz sangrienta que camina sin sentido como un loco que atraviesa todas las realidades desde su carozo herido,
Así eres indomable y erudita de sensaciones ajenas al mundo terrestre, sin embargo seguimos rodeados de fantasmas tan cercanos los unos a los otros que es inevitable no querer sentir,
Y la castidad del sol, estoico sobre su fantasmal taburete nocturno de estrellas aladas color plata, no es mas que el gesto que responde a mi grito desprendido de mi cuerpo como una pintura hecha fuera del marco,
y la extensión huye de mis manos porque no existe mas que en el silencio y en la quietud.
Todo es nada en la danza macabra de los hombres,
Donde los cuerpos desnudos retorciéndose hacen las formas del momento apocalíptico que vio nacer al sol desde su capullo herido, no hay palabra que venga hacia mí sin representar el canto feroz de esos cuerpos en sudor, color carne extendiéndose en la sucia noche de llagas ensoñadas,
Sí y desde allí nadie observa la mutación del cielo en noche, la mutación del grito en cuerpo.
El silencio no es más que un accesorio en el viaje interminable con que me dejo ir al ver tu mirada que no retorna,
Y cuando retorna a tu paraíso florecerte hallaré una flor en vez de corazón y un coral de piedra en vez de tu alma sumergida desde hoy en la mía.
Aunque desconozco el misterio apabullante de tu presencia, traducida esta en un signo de algún sueño madrugador viviente en la inquietud de mi dios,
Respiro para ver cuerpos sobre cuerpos; amarillos, rojos diamante, celestes púrpura, transparentes, de agua liquida, en forma de sueños sobre sueños paralelo,
Así solo soy capaz de respirar y mi llanto tal irreal volcado sobre tu esternón que infelizmente todo lo ve.
Y a mi manera camino buscando el silencio perfecto donde cabalgar el caballo erótico que tanto imagino en las noches azules, atravesando las nebulosas selvas del cielo viviente y de la letra muerta.
Solo veo el ojo que todo lo ve y a su vez a mi insensato rechazo al caminante absoluto, a las estatuas de cera de aquellos ídolos que nada dirán,
En mi cuarto turquesa no espero nada
quiero todo en un primitivo silencio, donde los halcones de oro eliminen todo síntoma abstracto de sal.



































Verónica Cabanillas



La parte enferma de mi, la mas enferma,
esas luces que enciende trastocan la noche de la inmensidad
y no puedo más que ver este lado negro;
aprehensible forma que subyace sobre los mundos,
en los trasfondos de territorios inhabitables,
desde allí se abre el diálogo
desde allí nace toda esta locura que no me deja cruzar hacia la abertura total de mi ser,
puesto que hace falta estar sano
sano de los fondos, sano de los mares y valles que albergan mi espíritu para no entender nada de esto también, donde yacen mil verdades en agudo dolor,
cientos de identidades volcándose entre ellas.
La guerra que es la vida
no sacudirá su llanto en ninguna música,
La guerra que es esta vida,
porque para los locos como yo
hace falta estar sano y eso es una utopía, un delirio, una amante inexistente o peor aun una gran mentira,
Se sabe uno esta loco
se sabe irreparable el dolor que conlleva todo destino solitario,
la soledad me habla como una multiplicación de mi,
y esta parte enferma, no me será nunca ajena
es mi todo,
aquel todo que es una inacabada forma de ser,
Yo que soy solo dueña de mi parte y dentro de esa parte la enferma es la que de gritos y habladurías y legumbres negras alimenta el circulo de la locura, que es como una rueda sangrienta dirigiéndose a lo mas bello de la muerte, el ocaso del suicidio.















Verónica Cabanillas



El exilio de mi misma, naufragando en el mar ensoñado donde aguardan pequeños buques de azufre acelerando con violencia el proceso que me llevará al reencuentro una vez mas de mi con el cosmos, ahí donde las estrellas tiritan y mi alma se ata a la incandescencia de la ausencia, donde no hay mas que un rojo atardecer tiñendo exculposamente mi sangre que irriga y crece hacia las cumbres, cuyas penas se hacen mas eternas y se arraigan a mi tierra hierática y exuberante, cuyo olor toco dibujándolo en el cielo de la inmensidad.
¡Oh muerte!
Me tocas la espalda,
Me miras de frente
Y acusas tu perdón
Inviolable identidad
Misterio insondable que recorre los abismos y los recovecos de las palabras en ausencia del llanto, en ausencia de objetos sórdidos lamidos con la mano que perdura alta, allí donde no se llega sino a grandes saltos y perdidas de uno mismo en el sin fin de las noches;
Noches medulares
Vernaculares
Idas
Escondes tu verdadera identidad, el silencio que los dioses te dotaron,
Silencio por descubrir
Silencio mil veces los ruidos de la nada, como gritos helados haciendo la pintura con que los días descansan, cuando parten agonizando y se los devora el gran sol
Bestia naranja, que tragas toda vida a tu paso

El exilio; brillante viaje hacia la plenitud donde el aire que se respira es del color calcinante de la más absoluta libertad.














Verónica Cabanillas


2005 – actualidad,

Antipsicóticos en menores cantidades, cierta estabilidad mental.



Alcoholes Híbridos

Música galopes silencio infernal derrochadores victimarios que eclipsan cuando la noche hace girar su eco de dolor agudo la calumnia el diafragma sórdido envilecido de la moral trasnochado cuando hace ejes a los adormecidos suculentos platos del día en busca de la muerte, que se halla mas acá de mi sombra frenética e irritable de la enfermedad que adquiere ese sin sabor de color amarillo, color cercano al final, la condena los derroteros la servidumbre aplastado sobre mi yugular que emite sonidos alfabéticos a las costumbres de doncellas apretadas de dientes de sangre, de cal negra, que dejan ver su fealdad en imágenes desplegadas a partir de una apariencia ficticia, de una ausencia de ser y coexistencia, dejan ver su collarín de esclavas antiguas y muestran con desgano sus poses, sus formas arraigadas a un vacío , su inexistencia forma parte de mi caudal de vestigios cognoscentes cuya amargura hoy dibujo con palabras que anuncian el despertar de un gran amanecer, un puente, una muralla destruida la señal que me anuncia tu más trastocada locura hirviendo vegetales nocturnos, colmenas de moscas negras y miles de cristos dándose de palmaditas anunciándose como hijos de un dios, tendrán el alto valor de la calumnia la irrisoria libertad proclamando nada, hiel derretida filosofías temporales sobre la sed de una garganta parpadeante ecos paralizantes hielos que atraviesan los miles de siglos en que estoy diciendo escuchando la sordera de los búhos y salamandras en disgusto hacia todas las apariencias que me trago como a alcoholes híbridos.

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